Todos Debemos Trabajar para Garantizar la Igualdad de Género en el Comercio
Se ha logrado un significativo progreso durante las últimas tres décadas para tratar la igualdad de género en los debates sobre políticas comerciales. Sin embargo, Harald Aspelund, Embajador y Representante Permanente de Islandia ante la ONU en Ginebra y Javier A. Gutiérrez, a cargo de la Misión Permanente de El Salvador en la OMC en Ginebra, argumentan que para garantizar un impacto sostenido de estos debates, es preciso replantear la igualdad de género como una causa común.
Mucho ha cambiado desde que se creó la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995. El volumen del comercio mundial ha crecido casi 40 veces, y el sistema multilateral ha tenido que adaptarse a un sinfín de tendencias y desafíos nuevos. Desde el comercio de servicios hasta la gobernanza de la propiedad intelectual, los países de todo el mundo han aprovechado los beneficios crecientes del comercio.
El año en que se fundó la OMC también marcó un hito en la lucha por la igualdad de género. En septiembre de 1995, el mundo celebró la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, donde se adoptó la Declaración y la Plataforma de Acción de Pekín. Se trata, hasta la fecha, de la agenda mundial más ambiciosa para promover los derechos de las mujeres y las niñas. Desde entonces se ha logrado un tremendo progreso, superando las principales brechas en materia de salud, educación, participación política e ingresos.
Pero aún queda mucho por hacer. Para seguir cumpliendo con la promesa de la plataforma de un mundo igualitario, debemos renovar el compromiso de luchar por los derechos de las mujeres y las niñas para que participen en todos los ámbitos de la vida bajo las mismas condiciones que los hombres, y para garantizar las condiciones necesarias para que puedan realizar su pleno potencial.
El mundo ha reconocido la importancia de las mujeres para promover el crecimiento y el desarrollo económico, pero todavía debemos asumir un compromiso transformador con respecto a la igualdad de género.
El comercio, en particular, es un área de política que plantea muchos desafíos por delante para garantizar que las mujeres puedan participar activamente en las oportunidades económicas actuales y futuras en igualdad de condiciones que los hombres. El mundo ha reconocido la importancia de las mujeres para promover el crecimiento y el desarrollo económico, pero todavía debemos asumir un compromiso transformador con respecto a la igualdad de género. Para ello habrá que abandonar la idea de que la igualdad de género es una causa que sólo involucra a las mujeres.
¿Qué esfuerzos se han realizado recientemente para priorizar la igualdad de género en los debates sobre políticas comerciales? Para garantizar un impacto sostenido de estas conversaciones, es preciso que comencemos a observar la igualdad de género como una causa común. Las mujeres son las que más se beneficiarán, pero el efecto multiplicador beneficiará a la economía mundial en general.
Hoy es un momento sin precedentes para esta agenda ya que por primera vez las mujeres lideran las tres agencias relacionadas con el comercio en Ginebra: Pamela Coke-Hamilton en el Centro de Comercio Internacional, Rebeca Grynspan en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo y Ngozi Okonjo-Iweala en la OMC. Bajo su liderazgo, debemos continuar avanzando para garantizar el respeto por los derechos de las mujeres y crear las vías necesarias para aprovechar la mitad del potencial mundial.
El Impacto del Comercio en la Igualdad de género
La igualdad de género es una de las principales preocupaciones de varios programas del sistema multilateral —desarrollo sostenible, paz y seguridad y las intervenciones humanitarias. Sin embargo, muchos representantes de la esfera comercial han tardado en reconocer su importancia.
Las políticas deben comenzar por abordar los obstáculos que impiden que las mujeres tengan acceso al comercio— y a la economía más generalmente
Un estudio fundamental realizado por el Banco Mundial y la OMC en 2020 muestra que las empresas que participan en el comercio internacional emplean a un mayor número de mujeres —que representan el 33% de la fuerza laboral de estas empresas, en comparación con el 24% de las empresas no exportadoras— y ofrecen una mejor calidad de empleo. Los países más abiertos al comercio, según la proporción del comercio con respecto al PIB, también presentan niveles superiores de igualdad de género.
Para aprovechar estas oportunidades, no obstante, las políticas deben comenzar por abordar los obstáculos que impiden que las mujeres tengan acceso al comercio— y a la economía más generalmente. Alrededor de mil millones de mujeres siguen estando desconectadas de la economía, pese a que podría haber un aumento USD 25 billones si fueran incorporadas a la economía mundial. Además, las mujeres poseen sólo el 20% de las empresas que comercian en el extranjero.
¿Qué podemos hacer?
¿Qué puede hacer el mundo a este respecto? Esta fue la pregunta guía de un grupo de pioneros que puso en marcha el movimiento que llevó a la adopción de la Declaración de Buenos Aires sobre Comercio y Empoderamiento Económico de las Mujeres en la 11ª conferencia ministerial de la OMC de 2017. Entre estos pioneros se encontraban Caitlin Kraft-Buchman, co-fundadora de International Gender Champions, Arancha González Laya, que posteriormente fue directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional y las ex representantes permanentes de Sierra Leona e Islandia, las Embajadoras Yvette Stevens y Högni Kristjánsson, respectivamente.
Los primeros resultados de su labor incluyen la creación del Grupo de Impacto Comercial (TIG, por sus siglas en inglés), a través del cual un grupo de alrededor de 15 representantes permanentes elaboraron una hoja de ruta para eliminar los obstáculos que impiden el acceso de las mujeres al comercio. Esta visión estratégica incluía, entre otras actividades, la de adoptar una declaración ministerial.
Para conseguir apoyo, el grupo presentó sus ideas al Consejo General y consultó a la Presidenta de la 11ª conferencia ministerial, Susana Malcorra, en el transcurso del evento. También se acercó a la mayoría de los miembros y observadores de la OMC, incluso a través de los grupos regionales. Gracias a este trabajo constante se creó una masa crítica de apoyo entre los miembros de la OMC. El TIG esperaba que esto generase un efecto dominó para garantizar que el empoderamiento económico de las mujeres se convirtiera en un asunto de interés prioritario en el ámbito de la diplomacia comercial y de las conversaciones políticas.
Mediante el esfuerzo de participantes activos en los comienzos de este movimiento, empezaron a caer las primeras fichas de dominó: el número de partidarios de la declaración creció rápidamente, alrededor de 40 en octubre de 2017 a casi 80 la semana previa a la conferencia ministerial. Al final, obtuvo 118 signatarios, pero la pelota siguió rodando: el número de miembros y observadores de la OMC que apoyó la Declaración de Buenos Aires ha aumentado a 127.
¿En qué situación nos encontramos hoy?
Cualquier actor que forma parte de la comunidad multilateral sabe que una declaración sólo es buena cuando se llevan a cabo acciones para cumplir sus objetivos. Por eso, desde entonces, un grupo de miembros de la OMC ha continuado desarrollando el trabajo del TIG. En diciembre de 2021, el Grupo de Trabajo Informal sobre Comercio y Cuestiones de Género elaboró el texto para una declaración ministerial conjunta sobre el Comercio y el Empoderamiento Económico de las Mujeres que sería adoptada en la 12ª conferencia ministerial, y señalaría el camino a seguir.
¿Qué dice la declaración?
En primer lugar, los miembros deben seguir revisando, desarrollando y mejorando la recolección de datos sobre comercio y cuestiones de género. La falta de datos desglosados por género y una comprensión inadecuada de las repercusiones de la desigualdad en las relaciones de poder en el comercio siguen demorando las investigaciones sobre las mujeres y el comercio. Esto incluye un análisis sobre las diversas maneras en que las diferentes formas de discriminación contra las mujeres afectan su capacidad para participar en la economía mundial. Esto nos remonta a Pekín, donde los compromisos básicos para garantizar la autonomía de las mujeres —a nivel físico, económico y en la toma de decisiones— aún no se han cumplido.
Segundo, estas investigaciones deben ser utilizadas para elaborar los instrumentos y programas de políticas económicas que respalden el empoderamiento de las mujeres. Datos nuevos pueden servir de base para formular políticas con perspectiva de género que procuren transformar las desigualdades subyacentes que obstaculizan la participación de las mujeres en el contexto de una economía cada vez más basada en conocimientos.
Cualquier actor que forma parte de la comunidad multilateral sabe que una declaración sólo es buena cuando se llevan a cabo acciones para cumplir sus objetivos.
El tercer elemento es más introspectivo. La declaración ministerial insta a la OMC a que garantice que la perspectiva de género se convierta en la columna vertebral de todas sus operaciones. Esto es importante porque no se trata de meras consultas a las mujeres, sino de tener en cuenta los impactos diferenciales de todas sus decisiones, programaciones y debates sobre las mujeres.
Por último, pero no por ello menos importante, se encuentra la promoción de la colaboración entre las organizaciones regionales y las internacionales, así como la de los miembros de la OMC, para promover la igualdad de género en el comercio —incorporando estos objetivos al programa de Ayuda para el Comercio.
Un Llamado a Todos los Hombres en los Espacios de Toma de Decisiones
El progreso sobre estos objetivos requiere al menos una cosa: un compromiso parejo por parte de todos para alcanzar la igualdad de género. Las mujeres lideraron el proceso que llevó a la Declaración original de Buenos Aires. Obtuvieron apoyo, generaron un gran ímpetu y consiguieron el respaldo de 118 delegaciones —la mayoría de estas representadas por hombres. Esto es encomiable, pero debemos hacer más —como hombres— no solo para apoyar esta causa común, sino para asumir un liderazgo activo en la misma.
Estamos empezando a ver progreso. Después de Buenos Aires, un grupo de 19 miembros de la OMC y de 4 observadores —conocido como el grupo “amigos del género”— permitió la participación de 13 mujeres y 10 hombres en la elaboración del primer proyecto de texto de la declaración ministerial conjunta. Su versión final iba a ser presentada en diciembre de 2021 en la conferencia ministerial, la cual, según cálculos de la Secretaría de la OMC, iba a estar compuesta por alrededor de un 20% de mujeres.
El progreso sobre estos objetivos requiere al menos una cosa la igualdad de género.
Recordemos las palabras de la Embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres, Emma Watson, en el lanzamiento de la campaña HeForShe: “¿Cómo podemos cambiar el mundo si sólo la mitad de éste se siente invitado o bienvenido a participar en la conversación?
Las mujeres pueden seguir liderando el camino, pero los hombres también debemos hacer nuestra parte. Asumir la responsabilidad de educarnos, acabar con nuestra indiferencia o incluso ceguera ante las desigualdades de género, y tomar acciones para transformarlas en un imperativo ético de nuestros días y nuestra era. Los hombres, que aún se encuentran mucho más representados que las mujeres en los espacios de toma de decisiones, deben comprometerse y garantizar que el comercio mundial y la OMC estén al servicio de toda la humanidad —no sólo de la mitad de ella.
Harald Aspelund es Embajador y Representante de Islandia ante las Naciones Unidas en Ginebra. También es uno de los copresidentes del Grupo de Trabajo Informal de la OMC sobre Comercio y Cuestiones de Género.
Javier A. Gutiérrez es diplomático y especialista en comercio y trabaja en la Misión Permanente de El Salvador ante la OMC en Ginebra.
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